Ana
María Matute Ausejo nació y murió en Barcelona (1925-2014). Fue una de las
voces más personales de la literatura española del siglo XX y es considerada
por muchos como una de las mejores novelistas de la posguerra española.
Ana
Mª era la segunda hija de cuatro de una familia de la pequeña burguesía
catalana, conservadora y religiosa. A los cuatro años cayó gravemente enferma,
por lo que su familia la lleva a vivir con sus abuelos en Mansilla de la
Sierra, pequeño pueblo de sierra de La Rioja (la gente de este pueblo le
influyó en su obra). También vivió unos años en Madrid, asistió a un colegio
religioso.
Cuando
comenzó la Guerra Civil Española, en 1936, tenía once años. La violencia, el
odio, la muerte, la miseria, la angustia y la extrema pobreza que siguieron a
la guerra dejaron huella en su persona y en su narrativa. La propia infancia de
Matute es la infancia robada por el trauma de la guerra y las consecuencias
psicológicas del conflicto y la posguerra.
En
1952, Matute se casa con el escritor Ramón Eugenio de Goicoechea. En 1954 nace
su único hijo, Juan Pablo, al que le dedicó gran parte de sus obras infantiles.
En 1962, se separa de su esposo, pero perder la custodia de su hijo le
significó grandes problemas emocionales. Años después encontró el amor, al lado
del empresario francés Julio Brocard, con quien compartió la pasión de viajar.
Brocard murió en 1990. Ana María, que sufría ya depresión, se sumió más en ella
con la pérdida de su amor.
Matute
era profesora de la universidad y viajaba a muchas ciudades para dar
conferencias, en especial a los Estados Unidos. En sus discursos hablaba sobre
los beneficios de los cambios emocionales del ser humano, y de cómo la
inocencia nunca se pierde completamente.
Ana María Matute con su marido, Ramón Eugenio de Goicoechea |
Justificaba
su escritura porque no estaba contenta con este mundo: “Escribo porque no estoy contenta. Porque no estoy
conforme, ni dormida, ni ciega, ni muerta. En definitiva, porque el oficio de
escribir es también una forma de protesta. Protesta contra todo lo que
representa opresión, fariseísmo e injusticia» Muchos cuentos de Matute chocan por su crueldad. Es que, como toda su
generación, creció marcada por la guerra civil: «Resulta obvio insistir en el hecho de que toda mi generación creció
marcada por la guerra española del 36», dice, y define su generación como
la de «los niños asombrados». Pero precisa que no menos la marcó el tiempo
inmediatamente después de la guerra que conoció como una «sucesión de rencores, venganzas, apatía y gritos farisaicos como
hueros crueles o mezquinos» Así se puede decir que algunos de sus cuentos
se explican como concreciones del trauma de estas experiencias.